Espíritu y oración.

El Espíritu Santo es la herencia espiritual que recibimos por ser hijos de Dios. Al mismo tiempo, ser hijos de Dios es el legado que nos obtiene el sacrificio de redención de Cristo, que en la cruz «entregó el espíritu» (Jn 19, 30). Finalmente, sin este Espíritu no podemos siquiera decir a Dios «Padre» (Rm 8, 15). La vida de un discípulo que busca amar más a Dios mediante un conocimiento más profundo de sus misterios, pasa necesariamente por ser cada día consciente de que es templo del Espíritu Santo: no hay conversión, llamada, seguimiento, misión ni frutos sin Espíritu Santo.

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