Espíritu de adopción.

Decía san Basilio sobre el Espíritu Santo: «no es posible adorar al Hijo si no es en el Espíritu Santo, ni es posible invocar al Padre si no es en el Espíritu de la adopción... Efectivamente, nombrar a Cristo es confesar el todo, pues es mostrar a Dios que unge, al Hijo que es ungido y al Espíritu que es la unción...»
En una fe trinitaria como la nuestra, debemos recordar siempre que el Espíritu es quien enciende en nuestro corazón el amor a Dios, el deseo de servirle y la caridad hacia nuestros hermanos. Podemos y debemos establecer con el Espíritu Santo una relación personal, familiar y de profunda confianza; Él puede hacer de nuevo en nuestro ser todo aquello que se haya deteriorado o agrietado.


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