La vida del discípulo, aún desde antes de su llamamiento, está en las manos de su Señor y Maestro. En los momentos de crisis, el discípulo debe confortarse con esta verdad: «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó» (Rm 8, 28-30). Has sido pensando por Dios, aún antes de que fueras llamado a la existencia, y cuando aún existías sólo en el pensamiento de Dios, fuiste amado, perdonado, llamado y glorificado. Para que este proyecto de Dios se realice en tu vida, es preciso que permitas que el Espíritu Santo tome posesión de tu ella.
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Que el Señor te conceda su paz.