Celda interior.

Hace poco más de 600 años, una joven de 15 años de edad llamada Catalina, decide que su corazón le pertenecerá por entero a Cristo, entregándose a Él de todas las formas radicales en que pudo hacerlo: orando con constancia, enfrentando críticas y difamaciones, enrolándose en la política al luchar por la paz de su región, emprendiendo una campaña por la unidad y paz de la Iglesia, entregándose amorosamente al cuidado de los pobres y los enfermos de la peste, y sirviendo de maestra espiritual para muchos que acudían a ella de todas partes. Ella, que ya desde la infancia, sintió una inclinación poderosísima por la soledad, la vida interior y la oración profunda, nunca descuidó este ardor por la contemplación de su Señor, sino que lo fue acrecentando y multiplicando en todo aquel que acudiera a ella.
¿Acaso esta historia no te sorprende? Es una gran lección sobre el inmenso tesoro de la oración: atrae el Espíritu con sus siete dones y es la llave del conocimiento de Dios, porque ni el más erudito estudiante de las Escrituras puede beber de las fuentes espirituales de Dios si no ha sido sensibilizado por la intimidad de la oración, ¡aún los sacramentos se tornarían estériles sin esta disposición del corazón! La gracia es una semilla que espera ser regada con un adecuado espíritu de oración y devoción. No lo olvides: «quien ora, se salva; quien no ora, se condena» (san Alfonso María de Ligorio).


Comentarios