Alegría espiritual.

Una palabra más sobre la alegría y el Espíritu Santo: esta alegría como fruto de la presencia del Espíritu es una constatación de la presencia de Dios (Jn 20, 20) y al mismo tiempo es como la «materia prima» de la misión. Porque si el Evangelio es Buena noticia, esta debe anunciarse con alegría. Si un discípulo tiene dificultades para redescubrir esa alegría, debe buscar la causa en la raíz de su discipulado: el encuentro con el Señor Jesús.
Es apenas natural que, ante una imposibilidad frecuente de experimentar una alegría auténtica, sintamos la necesidad de volver al Maestro y que nos la vuelva a enseñar. El santo padre Pablo VI decía de Jesús: «Él ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías». Pues bien, no te canses de pedir a este Maestro y Señor el Espíritu que te dará por fruto la alegría, porque no negará de parte del Padre este don a quien se lo pida (Lc 11, 13).

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